Francisco Alberto López Reyes, señalado como líder de una organización dedicada a la fabricación de medicamentos falsificados, ha decidido aceptar su extradición a los Estados Unidos para enfrentar cargos de tráfico de fentanilo, metanfetamina y lavado de activos. Los jueces de la Segunda Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia han autorizado su extradición tras su acogimiento al proceso abreviado.
El tribunal, presidido por Francisco Jerez Mena, junto a las juezas Nancy Salcedo, María Garabito, Frank Soto y Francisco Ortega Polanco, registró que el extraditado accedió a irse voluntariamente para responder por los delitos imputados. La Procuraduría General de la República se encargará de gestionar la ejecución de la decisión, conforme a la Constitución y las leyes vigentes.
La solicitud de extradición fue presentada por el Departamento de Cooperación Internacional y Extradiciones de la Procuraduría, dirigido por el magistrado Andrés Chalas Velásquez. Durante la audiencia, las autoridades estadounidenses estuvieron representadas por la abogada Analdis Alcántara Abreu.
López Reyes, de 44 años, es acusado de conspiración para el tráfico de estupefacientes con resultado de muerte, distribución de estupefacientes con resultado de muerte y conspiración para el lavado de dinero, delitos que podrían conllevar una cadena perpetua obligatoria. Según Damián Williams, fiscal del Distrito Sur de Nueva York, trabajó en conjunto con 17 personas en República Dominicana, Estados Unidos e India.
El fiscal subrayó que la proliferación de farmacias falsas en línea está alimentando la epidemia de fentanilo en EE.UU. “López Reyes, también conocido como ‘Frank’, y sus cómplices han dirigido una red mundial de sitios web, comercializando y distribuyendo agresivamente millones de píldoras letales de fentanilo, haciéndose pasar por medicamentos recetados legítimos", afirmó.
Estas pastillas, vendidas en al menos 40 sitios web falsificados, han sido atribuidas a nueve muertes entre agosto de 2023 y junio de 2024, incluida la de una veterana de la armada estadounidense de 45 años, quien falleció tras consumir una pastilla que pensaba era oxicodona.
Las autoridades descubrieron laboratorios clandestinos en sótanos de edificios en Manhattan y el Bronx, donde estas pastillas eran producidas.
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