El día a día de los niños que sobreviven en las calles.

 


Se notan las condiciones de peligro en que niños trabajan en las calles para sostenerse. Realizan actividades informales con el fin de conseguir dinero.

Por Alfonso Alvarez, www.laspalomastv.com

Santo Domingo, RD - 13 de agosto de 2024

La imagen de decenas de niños vendiendo en las calles de Santo Domingo se ha convertido en una triste normalidad. Desde las afueras de tiendas y supermercados hasta las estaciones del Metro y los semáforos, estos niños, expuestos a peligros constantes, realizan actividades informales para conseguir dinero y sostenerse.

La rutina de estos pequeños comienza temprano, a las 6:00 de la mañana. Se levantan sin desayunar y salen de sus hogares con lo primero que encuentran, muchas veces con ropa sucia y en mal estado, calzando chancletas desgastadas. Para ellos, el día es una búsqueda constante de ingresos, lejos de las aulas escolares que deberían ser su refugio.

Algunos de estos niños, como Juan (nombre ficticio), un niño de 11 años, pasan sus días vendiendo paletas en un parque de diversiones de la ciudad. Desde los nueve años, Juan recorre las calles con una bolsa de paletas en mano, vendiéndolas a 10 pesos la unidad. Su misión es ayudar a su madre, quien tiene ambas piernas amputadas y necesita medicamentos y pagar las facturas. A pesar de las dificultades, Juan sueña con ser médico algún día, motivado por su deseo de ayudar a los demás.

En otra parte de la ciudad, Pedro y José (nombres ficticios), dos primos que viven en el sector de Los Guaricanos, se colocan en una de las estaciones del Metro de Santo Domingo con una bolsa de chocolates y cajas de mentas. Ambos niños, vestidos con ropa sucia y rota, pasan sus días vendiendo hasta las 7:00 de la noche. El dinero que logran recaudar, unos 700 pesos diarios, lo reparten entre lo que necesitan para sobrevivir y lo que pueden aportar a su tía, quien trabaja en

Jorge (nombre ficticio), un niño de ascendencia haitiana, tiene una historia aún más desgarradora. Sin un hogar fijo y viviendo en una cueva, Jorge sobrevive cuidando vehículos en los alrededores de restaurantes, esperando alguna propina. Con sus padres en Neiba y enfrentando el maltrato de las autoridades, Jorge prefiere mantenerse en la ciudad, aunque sueña con regresar a Neiba para continuar sus estudios. Su anhelo se convierte en profesor, y las ciencias naturales y artísticas son sus materias favoritas.

Estos niños, a pesar de las adversidades, mantienen vivos sus sueños. Sin embargo, sus realidades diarias reflejan la dura lucha por la supervivencia en un entorno que debería ofrecerles protección y oportunidades para una


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