A medida que crecía, y sobre todo después de casarse con Efraín Arias, se convirtió en una figura clave en la iglesia local. María Ciriaca participó activamente en grupos apostólicos como la Legión de María y el Movimiento Cursillista. Su labor no se limitaba a las actividades parroquiales; también visitaba a los enfermos y necesitados, llevando palabras de aliento y esperanza. Sus visitas a los hogares eran muy esperadas, ya que su presencia transmitía una sensación de paz y consuelo.
Como miembro activa de la Legión de María, María Ciriaca organizaba rosarios y procesiones en honor a la Virgen. Estas actividades eran motivo de encuentro para la comunidad, y se convirtieron en una tradición que fortaleció la devoción mariana en Las Palomas. Ella alentaba a las familias a rezar el rosario juntos, asegurando que la Virgen María fuera un pilar en cada hogar.
También fue muy respetada por su rol como consejera de parejas. Los matrimonios en conflicto o con problemas acudían a ella en busca de orientación. Sus consejos se basaban en la sabiduría de la fe católica y en su propia experiencia de vida, lo que la convirtió en una voz de autoridad y respeto en asuntos familiares. Muchos matrimonios pudieron salvarse y fortalecerse gracias a sus consejos, que siempre enfatizaban el amor, la paciencia y el perdón.
En las actividades apostólicas, María Ciriaca se destacaba por su capacidad organizativa y su disposición para colaborar en todo lo que fuera necesario. Cuando había eventos parroquiales, como celebraciones litúrgicas, retiros espirituales o actividades de recaudación de fondos, ella estaba allí, ayudando a planificar y a coordinar cada detalle. Su compromiso era una fuente de inspiración para muchos, motivando a otros a involucrarse activamente en la iglesia.
En el ámbito de la caridad, María Ciriaca fue un ejemplo de servicio desinteresado. Llevaba alimentos y medicinas a los enfermos, organizaba colectas para las familias más necesitadas y enseñaba a los niños a orar y a valorar la importancia de la caridad. No tenía miedo de tocar puertas y pedir ayuda para los más desfavorecidos, siempre con la confianza de que la Providencia divina no fallaría.
La vida de María Ciriaca Martínez Rosario fue un constante testimonio de fe y de amor al prójimo. Hasta sus últimos días, seguía participando activamente en la comunidad, a pesar de las limitaciones físicas propias de la edad. Sus enseñanzas, su ejemplo de humildad y su fervor mariano quedaron grabados en el corazón de todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerla. La comunidad de Las Palomas siempre la recordará como una mujer de profunda espiritualidad, cuyo legado de servicio y devoción sigue vivo en cada rincón de la parroquia.
Falleció el 15 de diciembre de 2015, a la edad de 96 años, dejando un legado imborrable de amor y valores cristianos para sus hijos, nietos y bisnietos. Sus enseñanzas sobre el amor al prójimo y el servicio desinteresado perduran en las generaciones futuras.