Me alegró y animó mucho tu caridad, hermano, porque tú has aliviado los sufrimientos de los santos. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para mandarte lo que conviene hacer, prefiero rogártelo apelando a tu caridad, yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús. Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión, que antes era tan inútil para ti, y ahora, en cambio, es tan útil para ti y para mí; te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. Si en algo te ha perjudicado y te debe algo, ponlo en mi cuenta; yo, Pablo, te firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú me debes tu propia persona. Por Dios, hermano, a ver si me das esta satisfacción en el Señor; alivia mi ansiedad, por amor a Cristo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):
Palabra del Señor.
MENSAJES:
MENSAJE ESPIRITUAL DE LA PRIMERA LECTURA:
San Pablo nos muestra un ejemplo de amor y reconciliación en su carta a Filemón. Aunque podría imponer su autoridad, Pablo elige apelar a la caridad ya la libertad de decisión. Nos invita a ver a Onésimo, un esclavo arrepentido, como un hermano en Cristo. Este mensaje nos enseña que el amor cristiano transforma las relaciones, incluso las más complejas, llevándonos a la paz y al perdón.
Reflexión: La verdadera caridad no se impone; nace de la libertad y del amor profundo. Como Pablo, estamos llamados a actuar desde la compasión, buscando siempre la unidad y la reconciliación.
El salmo exalta a Dios como defensor de los oprimidos, proveedor de los necesitados y protector de los más vulnerables. Él es quien libera a los cautivos y sostiene a los huérfanos y viudas. Este salmo nos recuerda la fidelidad y justicia de Dios, dándonos esperanza en su auxilio.
Reflexión: Dichosos somos cuando confiamos en el Dios de Jacob, quien actúa con amor y justicia. Él nos invita a ser como Él, defendiendo a los necesitados y promoviendo la justicia en nuestro mundo.
Jesús enseña que el Reino de Dios no es algo que podamos ver con los ojos físicos, ni algo que esté "aquí o allá". El Reino de Dios está dentro de cada uno de nosotros. No necesitamos señales externas para experimentarlo, sino abrirnos a la presencia de Dios en nuestro corazón. Además, Jesús advierte sobre los tiempos difíciles y la necesidad de mantenerse fiel, aún en la adversidad.
Reflexión: El Reino de Dios es una realidad espiritual en nuestro interior. Nos llama a vivir una vida de amor y justicia desde nuestro corazón, reconociendo su presencia en nosotros y en los demás, sin buscar señales externas.